El municipio de Comala se fundó en 1857; de La Paranera no sabemos mucho alrededor de esa época, sin embargo sí conocemos algunos detalles de 1930 en adelante.
En ese entonces este terreno era una de varias huertas frutales a campo abierto, ésta en especial se hizo conocida entre los comaltecos porque de entre los árboles y plantas, había un nacimiento de agua. De ahí que uno de los nombres de este lugar, fuera los chorritos. No sabemos si el diminutivo provenía de que le tuvieran cariño, o porque saliera de a poco. Lo que sí sabemos es que la gente solía pasar con cántaros para llenarlos con agua del manantial, misma que llevaban de vuelta a sus casas.
El ojo de agua le dio un segundo nombre a este lugar, y es que alrededor del nacimiento, crecía una hierba llamada parán, que es de donde viene la paranera, no vayan a creer que este nombre tan hermoso fue idea de nosotros; al contrario, fue la vida cotidiana de aquél momento la que nos bautizó.
Para mediados del siglo XX, el comalteco don Samuel Fuentes Salazar y su esposa Engracia Gómez Guerrero oriunda de Tolimán, Jalisco, se convirtieron en custodios de este terreno, dando mayor vida a la huerta sembrando algunas de las especies más productivas de la región: mamey, guamúchil, palma de coco, guayaba, mango, guanábana y cafeto, principalmente. Don Samuel disfrutaba de pasar las tardes dando mantenimiento a los árboles frutales, pues la naturaleza fue siempre uno de los espacios que más amó.
Ver las huertas el día de hoy nos hace pensar que siempre fue un lugar de belleza natural. Caminar sobre la hojarasca apreciando los árboles desde la raíz, contemplando sus cortezas y llegando a las copas con la mirada, nos da una perspectiva de las que a menudo hacen falta. Cuando el follaje allá arriba es abundante, el viento nos regala un espectáculo a la vista y al oído. Más adelante en el año, cuando las hojas se han ido, esas copas toman forma de sabor con sus frutas deliciosas… ¿quién no encontraría belleza al andar por aquí?
Por si fuera poco, escuchar a las aves conversar de un árbol a otro sin importar la distancia, siempre será asombroso; más si se dejan ver de entre las hojas. Pericos, búhos y pájaros carpinteros son algunas de las especies que seguro encontrarás andando por aquí.
Pero no todo sucede allá arriba. Es un disfrute ver a las ardillas corretearse, a las iguanas tomar el sol y encontrar las madrigueras aquí y allá, ¡parece un campo minado de vida! Nos parece muy afortunado tener la oportunidad de conocer la fauna de nuestra región tan de cerca.
Con el objetivo de preservar la biodiversidad en esta región, el 23 de junio de 1988 se emitió un decreto que declara a ‘Las Huertas de Comala’ como Área Natural Protegida, pues –como ya les contamos– su clima aloja una variedad de especies de flora y fauna que constituyen un ecosistema verdaderamente único en nuestra región. Nos sentimos afortunados de formar parte de las 167 hectáreas de la reserva, consideradas también como el pulmón de la zona norte del estado de Colima.
A finales del siglo, La Paranera es heredada a la hija mayor de la familia Fuentes Gómez, la señora Nely, quien motivada por la belleza del espacio, finca junto con su esposo una casa para disfrutar los fines de semana en compañía de sus 3 hijos.
Algunos años después, deciden convertir ese espacio en su residencia permanente, para lo cual le piden al arquitecto Juan Castillo el diseño de una propuesta arquitectónica que se adecuara al entorno y que –sobre todo– cumpliera los lineamientos establecidos para fincar en medio de la reserva.
La casa fue construida al centro de la propiedad, y tenía inicialmente un patio central, un par de terrazas, una sala, una cocina, cuatro habitaciones y una alberca. El diseño de la propiedad lleva el talento de la señora Nely, quien siempre ha disfrutado de la belleza de los espacios y de la atención al detalle. Estos hacen de la casa algo especial desde entonces. La fuente –por ejemplo– tiene algunos azulejos de cerámica con flor de primavera. Un ícono para quienes viven en Colima, pues por ahí de febrero y marzo, la ciudad se viste de amarillo brillante con los montones de racimos de las primaveras.
Como verán, la huerta recibió muchos cariños durante todo este tiempo. La familia se encargó de continuar con los cuidados para seguir viendo los frutos de aquellos árboles que plantó la generación anterior. Con piedras, formaron un sendero que prevalece hasta el día de hoy, y que recorre La Paranera en un circuito perimetral, pasando por el manantial que –cabe destacar– hoy día ya no ve agua correr como brotaba en aquellos años.
La familia continuó creciendo y cada uno de los hijos fue dejando la casa materna, los padres se convirtieron en abuelos y eventualmente –después de 15 años de vivir en La Paranera– la familia Orozco Fuentes decidió mudarse de ahí para habitar una casa más pequeña y menos demandante, pues mantener el huerto se convirtió en una tarea muy pesada para dos.
Fue así como la casa de la paranera se quedó sola.
Poco a poco empezaron a pasar los meses. La naturaleza fue creciendo sin mesura, y es que en este clima tan tropical, la vida se multiplica a paso veloz. Al cumplir un año en el abandono, los hermanos Orozco Fuentes volvieron a visitar la propiedad.
Con tristeza, Jesús, Nely y Juan Carlos se dieron cuenta de que la casa que alguna vez fue su hogar, pronto desaparecería entre ramas y raíces, después de haberles dado tanto. En ese momento fue que comenzaron a dibujar a la paranera como un proyecto de hospitalidad. Querían atraer viajeros a vivir la experiencia entrañable que ellos tanto disfrutaron, de dormir rodeados de árboles centenarios en medio de una reserva natural.
El proyecto sonaba hermoso, aunque también bastante complejo. Para estas alturas, cada uno tenía otras ocupaciones y responsabilidades, de forma que encontrar la manera constituiría un reto importante en la vida de los tres.
Aun así, decidieron ir por ello, pues el cariño que tienen por esta propiedad siempre fue grande, y no ha dejado de crecer a través del tiempo. Después de todo, al día de hoy, son cuatro las generaciones que han gozado tardes incontables en este lugar.
Había que convertir la casa en un hotel, ¡vaya desafío! Se elaboró una manifestación de impacto ambiental para efectos de cumplir con los requerimientos de preservar el medio ambiente e impactar en la menor medida posible. Durante la remodelación por mano del arquitecto Matia Di Frenna, se crearon dos habitaciones más, se optimizaron algunos espacios y el diseñador gráfico Joel Rojas, le dio identidad a La Paranera Hotel & Relax. Entre las modificaciones propuestas por el arquitecto, se incluyen las cabeceras de ladrillo, un ícono con el que nos identificamos, y que conceptualmente trasladamos a las cabeceras de las recámaras en nuestra segunda propiedad, Casa Paranera, de la que les contaremos más adelante en otra publicación.
Con mucha alegría abrimos nuestras puertas en enero del 2021, de la mano de nuestro querido restaurante Cuaxiote, pues no podíamos haber creado un hogar sin una buena cocina.
A partir de la apertura, nuestra historia se ha diversificado en cientos de momentos en la vida de nuestros huéspedes, de nuestros comensales y en la vida de todos aquellos que nos visitan. Esperamos que disfruten de su estancia, que caminen por el sendero que recorre nuestro huerto, y que La Paranera se haga un espacio en su mente y en su corazón.